Hoy me he enterado de una noticia triste: ha fallecido Pascual Blanco.
Don Pascual fue mi profesor de dibujo durante el bachillerato en el colegio Santo Domingo de Silos, en Zaragoza. Y aquel hombre acabó teniendo un papel importante en mi vida. Os cuento por qué.

A los 15 o 16 años yo no tenía ni idea de lo que iba a ser de mi vida en el plano profesional —ni en ningún otro plano, la verdad—. Lo que sí tenía claro es que “yo debía estudiar una carrera seria”. Me explico: mis padres eran personas humildes, ambos emigraron en los sesenta a Suiza —donde nací—, mi padre era obrero de la construcción y mi madre había sido “sirvienta” desde los 17 años. Eran las típicas personas que siempre mi inculcaron la conveniencia de estudiar duro “para llegar a ser algo”.
Por esa razón, y porque yo siempre había sacado notas bastante buenas en el colegio, las carreras que yo veía en mi horizonte siempre fueron “carreras serias”: médico, veterinario, químico, biólogo, arquitecto…
Por otro lado siempre me gustó dibujar y yo notaba cómo Don Pascual miraba con aprobación las cosillas que en aquellos años dibujaba y pintaba en clase. Alguna vez recuerdo que me dijo:
“Se te dá bastante bien, Vila. Podrías dedicarte a esto”.
“Dedicarme a eso…” ¿a hacer dibujitos? ¿ser un pintor? ¿ser un artista?… hmm, la verdad es que yo no le veía mucho futuro a esa carrera, especialmente cuando la comparaba con alguna de las “serias”. Y acabar de profesor de dibujo no me convencía mucho, la verdad…
Una de las últimas carreras “serias” que recuerdo barajar en mi cabeza era Arquitectura. Pero ahí había un problema: no podía estudiarla en Zaragoza y ya me daba cuenta de que la situación económica en casa no era la más favorable para “mandar al niño fuera a estudiar”.
Finalmente, y con la notable influencia de un compañero de clase, acabé decidiéndome por Ingeniería, que tenía la ventaja de poder estudiarse en Zaragoza. Yo tenía la peregrina idea de que estudiando Ingeniería Industrial podría ir encauzando mi futuro y, quizás, llegar a un día en que podría dedicarme a ser un “diseñador de coches” (!)
Así que empecé Ingeniería Industrial Superior, que duraba 6 años. Y me llevé uno de los mayores chascos de mi vida: el chico que siempre había sacado buenas notas —creo que en todo el colegio solamente había suspendido dos veces: francés y latín— se llevó un trompazo de aúpa. En el primer semestre de Ingeniería suspendí Cálculo, Álgebra, Física y Química. Tan solo aprobé Geometría Descriptiva, con sobresaliente. No me servía de mucha consolación saber que habían suspendido todas las asignaturas el 80% de la clase.
Entonces tuve un momento de “crisis existencial”. Me dí cuenta de que aquello iba a ser muy duro. Sabía que si me esforzaba mucho podría con ello. Física y Química las había suspendido, sí, pero muy por los pelos. Metiéndole más horas quizá podría sacar 3 asignaturas en el año y repetir curso solo con dos, Cálculo y Álgebra (el tipo de cosas que muchos de mis compañeros allí acabaron haciendo). Quizá me equivoque, pero la impresión que muchos entonces teníamos es que sacarse aquella carrera en los 6 años justos era algo que solo conseguían o los muy inteligentes o los que estudiaban 25 horas al día (y tampoco podían ser tontos…)
Y comprendí que todo aquello no me apetecía. Que a mí lo que me gustaba de verdad era el dibujo y la ilustración.
Así que tomé una decisión, sin decir nada a mis padres todavía: seguiría con las clases de ese primer curso, pero con la mente puesta en dejarlo y empezar otra cosa.
Y ahí fue cuando apareció de nuevo Don Pascual. Yo sabía que estaba de profesor en la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza. Me acerqué al edificio, que entonces estaba en la Plaza de los Sitios, y tuve la suerte de encontrármelo en la puerta. Me saludó efusivamente y me dió un apretón de manos con aquellos enormes dedazos que tenía (siempre recordaré la gracia que nos hacía en el colegio, cuando sujetaba solamente con el pulgar la típica regla de 1 metro, de madera, para trazar líneas rectas en la pizarra)
Yo le conté mis problemas y cómo había pensado dejar la ingeniería y pasarme a la Escuela de Arte de Zaragoza. Y entonces me dijo lo siguiente:
“Vila, me parece bien lo que planteas. Pero vete a la Universidad, a la Facultad de Bellas Artes. A Barcelona”.

Y eso fue lo que acabé haciendo. Recordaréis que yo mismo había descartado la Arquitectura por el problema del desplazamiento, pero llegado ese momento lo ví tan claro y estaba tan decidido que estaba dispuesto a irme aunque tuviera que sacar unos duros tocando la guitarra en los andenes del metro. Cosa que finalmente no fue necesaria.
No tengo ni idea de qué hubiera sido de mi vida si hubiera seguido con la Ingeniería. Pero creo que tampoco me ha ido tan mal con la decisión que tomé. Se puede decir que hago lo que me gusta y disfruto mucho con ello. Y además, desde que en tercero de carrera empecé a trabajar por las tardes en un pequeño estudio de publicidad en Barcelona, nunca he dejado de trabajar.
Y esta mañana, cuando he leído la noticia de la muerte de Don Pascual, al verlo de nuevo en la foto del periódico, se me ha hecho un nudo en la garganta y se me han humedecido los ojos. Y en ese momento me he lamentado de no haberlo buscado otra vez, en todos estos años, para darle las gracias por su consejo.